La naturaleza hace que nuestros planes cambien, veamos en este video un ejemplo:
En la estrategia logística, es bueno tener en cuenta a la naturaleza, les voy a compartir un artículo muy interesante al respecto, y que fue el tema del clip anterior:
Tomado de: http://revistalogistec.com/index.php/supply-chain-management/380-estrategia-logistica/983-logistica-de-emergencia-podemos-manejar-las-amenazas
En muchas oportunidades hemos visto como
nuestro país se ha visto amenazado por variadas situaciones que representan un
desastre en todos los niveles, que como seres humanos, manejamos relativamente
bien. Terremotos, Tsunamis, movilizaciones sociales que bloquean sectores
dejándolos desabastecidos etc., nos muestran todas las vulnerabilidades que
poseemos. Y para nuestra logística el solucionar este tipo de contratiempos es
un asunto, muchas veces, de vida o muerte.
Desde hace meses que veíamos en televisión la
crisis por la que atravesaba el movimiento social en la región de Aysén en
donde la forma de negociar para que sus demandas fueran escuchadas por parte
del gobierno era a través del bloqueo completo de la ciudad, cortando el acceso
a las carreteras, puntos neurálgicos para el buen funcionamiento y
abastecimiento de la misma.
Aunque podemos seguir enumerando desastres que nos
demuestran la vulnerabilidad de un sistema logístico de emergencia no hacemos
mucho al respecto o si bien hay soluciones al parecer no están siendo aplicadas
como formas de actuar establecidas sino que son solo herramientas reactivas.
Es por esto que la planificación y coordinación son
factores determinantes a la hora de brindar asistencia frente a un desastre, y
en esto la logística juega un rol trascendente. En primer lugar, para entender
cada situación debemos pensar en qué significa y comprender el concepto de
desastre; La Organización de las Naciones Unidas (ONU) lo define como “una
seria interrupción en el funcionamiento de una comunidad o sociedad que
ocasiona una gran cantidad de muertes, al igual que pérdidas e impactos
materiales, económicos y ambientales que exceden la capacidad de la comunidad o
la sociedad afectada para hacer frente a la situación mediante el uso de sus
propios recursos”.
Desde hace meses que veíamos en televisión la
crisis por la que atravesaba el movimiento social en la región de Aysén en
donde la forma de negociar para que sus demandas fueran escuchadas por parte
del gobierno era a través del bloqueo completo de la ciudad, cortando el acceso
a las carreteras, puntos neurálgicos para el buen funcionamiento y abastecimiento
de la misma.
Aunque podemos seguir enumerando desastres que nos demuestran la vulnerabilidad de un sistema logístico de emergencia no hacemos mucho al respecto o si bien hay soluciones al parecer no están siendo aplicadas como formas de actuar establecidas sino que son solo herramientas reactivas.
Es por esto que la planificación y coordinación son
factores determinantes a la hora de brindar asistencia frente a un desastre, y
en esto la logística juega un rol trascendente. En primer lugar, para entender
cada situación debemos pensar en qué significa y comprender el concepto de
desastre; La Organización de las Naciones Unidas (ONU) lo define como “una
seria interrupción en el funcionamiento de una comunidad o sociedad que
ocasiona una gran cantidad de muertes, al igual que pérdidas e impactos
materiales, económicos y ambientales que exceden la capacidad de la comunidad o
la sociedad afectada para hacer frente a la situación mediante el uso de sus
propios recursos”.
El gatillante del desastre es la amenaza, que está
constituida en muchas oportunidades por condiciones naturales sobre las que el
hombre aún no puede actuar (por ejemplo los sismos, las tormentas, las sequías,
etc.). El segundo, y que tiende a maximizar los efectos del primero, son las
vulnerabilidades existentes (la pobreza, el hacinamiento, el desarrollo no
planificado, etc.). Si bien existe la capacidad teórica para superar la mayoría
de las vulnerabilidades existentes, diversas situaciones político sociales y/o
económicas no lo han permitido e incluso las han magnificado. Y por último, el
tercer elemento son las medidas de afrontamiento inexistente o insuficiente, es
decir, la incapacidad de responder a la amenaza por no haber previsto las
acciones necesarias.
El gatillante del desastre es la amenaza, que está
constituida en muchas oportunidades por condiciones naturales sobre las que el
hombre aún no puede actuar (por ejemplo los sismos, las tormentas, las sequías,
etc.). El segundo, y que tiende a maximizar los efectos del primero, son las
vulnerabilidades existentes (la pobreza, el hacinamiento, el desarrollo no
planificado, etc.). Si bien existe la capacidad teórica para superar la mayoría
de las vulnerabilidades existentes, diversas situaciones político sociales y/o
económicas no lo han permitido e incluso las han magnificado. Y por último, el
tercer elemento son las medidas de afrontamiento inexistente o insuficiente, es
decir, la incapacidad de responder a la amenaza por no haber previsto las
acciones necesarias.
La conclusión de este párrafo podría ser que hoy la
amenaza es inevitable; en el corto/mediano plazo las vulnerabilidades no
disminuirán sensiblemente (de hecho es factible que continúen incrementándose),
por ende solo podemos accionar e incidir para evitar el desastre en lo inmediato
con adecuadas medidas de afrontamiento. Y aquí es donde la logística y sus
diferentes funciones adquieren una relevancia protagónica.
Para todo esto es necesario crear planes de
contingencia que cuenten con la flexibilidad necesaria para adaptarse a los
requerimientos que una tragedia puede causar, y que cambian de acuerdo a las
características de cada región.
El diseño de una estrategia de afrontamiento eficaz
y eficiente es un trabajo transversal y multidisciplinario, que sin duda debe
comenzar con una adecuada evaluación de las amenazas y los posibles afectados
en función de la magnitud de la misma. Un aspecto a destacar es que no pueden
existir, o al menos es muy difícil de lograr, estrategias generales que sirvan
para todas las amenazas y para diferentes territorios. Las estrategias deben
ser de un alto grado de especificidad y considerar además la incidencia de
diferentes magnitudes de amenaza, siendo su objetivo que un evento no escale
hasta devenir en desastre. Para ello podemos agrupar las estrategias o las
acciones que las conforman, según su oportunidad de implementación en corto,
mediano y largo plazo. Las primeras, y en las que se centra este artículo, son
las que ocurren inmediatamente después de que la amenaza se concretó, y se
caracterizan por ser medidas en las que prima la urgencia sobre la precisión.
Tienden a asegurar la supervivencia básica (alimentación, hidratación y
abrigo/refugio) de los afectados, contener las consecuencias del evento y el
rescate de las víctimas. Las de mediano plazo buscan brindar condiciones
aceptables de vida hasta que se restablezcan las fuentes de sustento naturales
de la población afectada, los campos de refugiados son un ejemplo de medidas de
mediano plazo. Y las de largo plazo son las que se adoptan para reconstruir las
fuentes de sustento antes mencionadas.
COMPROMISO DE TODOS
Volvamos al corto plazo. Luego de concretado el
evento catastrófico (por ejemplo un terremoto) las medidas de mitigación deben
prever una serie de acciones de diferentes organismos que idealmente deben
ocurrir de manera sincronizada y coordinada, para ello es necesario que las
mismas se hayan planificado previamente en función de las amenazas evaluadas.
En los últimos años, en virtud de la incidencia creciente de diferentes catástrofes
y el aumento continuo de las víctimas producidas, se ha establecido como un
principio rector en la gestión de amenazas la unificación de esfuerzos
gubernamentales, no gubernamentales (ONG), voluntarios y privados. Sin la
participación coordinada de cada uno de estos elementos no es posible evitar el
desastre.
En general, y considerando la gestión logística,
las estrategias de afrontamiento o mitigación buscan aprovisionar en un plazo
muy breve recursos materiales y humanos desde un territorio a otro, y
paralelamente pero en sentido contrario, asegurar un flujo de información tal
que permita que las medidas generales adoptadas inicialmente vayan siendo cada
vez más específicas y precisas. Recordemos que la capacidad de la sociedad
afectada para superar la catástrofe se ha visto sobrepasada, de allí la
importancia de esta nueva cadena de abastecimientos que se conforma “ad-hoc”
para enfrentar la situación considerada.
Dicha cadena de abastecimientos debe permitir que
los organismos designados atiendan a los heridos, alimenten a los afectados,
les provean refugio y facilidades sanitarias entre otras muchas funciones. Los
requerimientos son infinitos, diversificados, y los volúmenes pueden superar
rápidamente el tráfico comercial que la zona afectada requiere habitualmente en
una situación normal.
El rol de los gobiernos y organizaciones no
gubernamentales se vincula de manera más natural con los desastres y resulta
más instintivo asignarle funciones, no ocurre lo mismo con las organizaciones
privadas. Sin embargo la respuesta no es difícil de hallar: aportan recursos
tanto humanos como materiales, pero en la gestión de emergencias no alcanza con
las donaciones sino que es necesario un rol mucho más activo, que para ser
eficaz debe establecerse previamente. Los recursos necesarios, como ya se dijo,
son diversos y una lista exhaustiva abarcaría prácticamente todos lo que se
produce en una nación considerando tanto bienes como servicios.
EL APORTE PRIVADO
El aporte del sector privado no necesariamente debe
ser gratuito, en función de los planes desarrollados una empresa puede brindar
determinada capacidad de transporte a un precio preacordado o arrendar un
depósito a un costo establecido. Otra opción puede ser que el estado u otro
organismo subvencione parte de los costos de mantener un mayor stock de
seguridad de un producto específico (ejemplos: agua embotellada, colchones,
determinada droga, etc.) con el compromiso de adquirirlo a un valor acordado
previamente en caso de una emergencia. Las opciones son diversas y en caso de
un desastre siempre el estado estará en condiciones legales de expropiar
aquellos elementos que considere necesarios, aunque esta solución sea la menos
conveniente por diferentes razones.
La participación del sector privado no se limita
solo al recurso material, ya que también posee personal altamente capacitado
que puede ser empleado en diferentes actividades para conformar la cadena de
abastecimientos que se debe establecer para sostener la operación en la zona
siniestrada. Para las empresas puede ser un desafió y una excelente política de
responsabilidad social hallar, en función de su misión, una inserción eficiente
en dicha cadena de abastecimientos. Pueden colaborar en la confección de las
estrategias de reducción de riesgo de desastre (RRD), participando en el
planeamiento comprometiendo parte de su capacidad productiva u otros recursos
si ocurriera la tragedia.
Desde la década de los noventa hasta la actualidad,
la Organización de las Naciones Unidas ha promovido diferentes acciones tendientes
a reducir el riesgo de desastres, siendo la respuesta de los diferentes estados
por demás variada en cuanto al compromiso evidenciado. Se han establecido
compromisos a futuro para intensificar, tanto el conocimiento en la materia,
como la implementación práctica de medidas de reducción de riesgo de desastres.
Algunos aspectos que debemos considerar para evaluar nuestra posición con
respecto al tema:
Entre los años 2002 y 2011, ocurrieron 4139
desastres alrededor del mundo como consecuencia de riesgos naturales, en los
que murieron 1.117.527 personas y se registró un mínimo de pérdidas de U$S
1.195 billones. Solamente durante el año 2011, 302 desastres produjeron 29.782
muertes, afectaron a 206 millones de personas e infligieron daños valuados en
un mínimo estimado de U$S 366 billones.
Más gente y asentamientos se localizan en áreas de
alto riesgo. La proporción de la población mundial que habita en cuencas
ribereñas inundables se ha incrementado en un 114%, mientras que los que
habitan en zonas costeras expuestas a ciclones ha crecido un 192 % en los
últimos treinta años. Más de la mitad de las grandes ciudades del mundo, con
poblaciones que van de los 2 a los 15 millones, se encuentran localizadas en
zonas de alta vulnerabilidad a la actividad sísmica. La rápida urbanización
incrementará aun más el riesgo de desastre.
Hoy existe una gran deuda a
nivel mundial en lo que a reducción de riesgo de desastres se refiere. Pocos
países han logrado desarrollar las estrategias necesarias para afrontar todas
las amenazas que pueden ocurrir en su territorio. Quizás el aporte más
importante que en la actualidad podemos realizar es difundir la temática y
concientizar acerca de ella. La reducción de los desastres depende de la
participación de todos los miembros de una sociedad y es un elemento
fundamental para asegurar un desarrollo sustentable. (Fuentes:
REGUERO&BALLVE Consultura, ONU)
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